viernes, diciembre 22, 2006

Me encontraba yo meditando en los aposentos de Yajna Sri Satakarni, el último gran rey de la dinastía Andhra, a punto de alcanzar el estado de levitación, cuando me asaltó la duda. “Dame toda la plata”, me dijo apuntándome con una Uzi. Por suerte había un policía presente. “¡Agarrála que está duda!”; vociferé, y el policía fue y la detuvo, pero quedó libre ayer porque el juez le dio el beneficio de la duda.
La cosa es que entre mis atormentados recuerdos de la semana anterior, descansaba uno en que yo había maniatado y amordazado a un energúmeno que escribía en un blog (éste, en realidad), le había sonsacado la contraseña del mismo mediante técnicas de tortura que ilegales incluso en la Bahía de Guantánamo y había escrito un post en aquél bajo los efectos de algún que otro alucinógeno de origen precolombino. Me pregunté qué opinaría la gente del artículo que había compuesto, por lo que vi la luz del día después de cuatro semanas y salí a hacer una encuesta, armado tan sólo de una lapicera, una libreta y un Smith & Wesson calibre .38.
Estos fueron los resultados del sondeo:
45%: ¡Vos sos el flaco que siempre se rasca la verga en público!
18%: Ponete una bufanda para salir a la calle, querido, yo te digo…
15%: ¿Me explicás inglés?
9%: En mi época, caminaba kilómetros para ir a la escuela.
5%: ¿Querés comprar un CD de mi banda? No somos muy buenos. También vendo pastafrola y torta fritas.
3%: Páguenme en billetes de 50 y 100 no consecutivos, y déjenlo todo en un maletín en el bote de basura de la intersección de las calles tercera y octava.
3%: ¿Qué hacés con bufanda? ¡Hacen como 40ºC, pelotudo!
2%: ¡Recita el nombre de tu Señor que ha creado al hombre de sangre coagulada! ¡Recita!


Después de ver que nadie apreciaba lo que había escrito, decidí que no puedo permitirme el lujo de seguir escuchando a la gente ni a las apariciones producto de mi afición a las drogas intravenosas, que últimamente están muy forras las hijas de puta. De modo que seguiré escribiendo hasta que el FBI me encuentre, cosa que supongo que no será pronto porque ya hace mucho que los amargos de mi “organización”, por llamarla de algún modo, no me llaman para quemar ninguna fábrica armamentista. Allá ellos.
Si mal no recuerdo, estábamos hablando de la película “Napoleón Dinamita”, y había declarado que era la mejor película que jamás había visto. Esto no es del todo cierto, porque cuando escribí el post anterior no recordaba delicias de la industria cinematográfica como “Las locuras del emperador”, “Bob Esponja, la película” y “Fiesta lésbica salvaje 3: Desatadas”.
La película tiene este nombre porque así se llama el personaje principal. Esto me resultó ligeramente decepcionante, pues yo esperaba ver al gran emperador Napoleón Bonaparte siendo comparado con la dinamita -o viceversa- por su carácter explosivo por algún historiador/filósofo/perito en balística renombrado, pero no fue el caso. Me encontré, en cambio, con un adolescente con una capacidad loable para atraer burlas y golpes de diversa índole. No era de extrañar, ya que su cara refleja una estupidez que supera incluso a la de los mentecatos más renombrados, como Michael Jackson cuando en su juicio respondió que sí cuando le preguntaron si está bien que los niños duerman con adultos en la misma cama. ¡Qué cocida que te pegaste ahí, Michael!
Bueno, suficiente. Al igual que Bonaparte, este Napoleón vive con su abuela y su hermano (que tiene más cara de pelotudo que él, y encima tiene como 32 años) en una comunidad rural, cerca de un pueblo o algo así, y durante la película se narra un poco de su vida y de la de los otros personajes, como Pedro, el mexicano que no entiende nada; Deb, la mina que no caza una, Kip; el flaco cuya capacidad de comprensión es muy limitada; y finalmente Rico, el hombre sin facultades para resolver los problemas a los que uno se enfrenta en la vida diaria. Todos ellos aportan algo totalmente distinto a la película.
Volviendo al tema, aunque en realidad nunca nos salimos de él -esto es sólo para despistar al lector mientras me robo los imanes de su heladera- esta película triunfa porque no pasa nada, absolutamente nada, durante las aproximadamente dos horas que dura. Al preguntarle a su director sobre esta brillantez, nos dijo “es que nos fumamos un porro así”; y marcó una distancia de aproximadamente 40 cm con sus manos, y luego rascó ampliamente su trasero. Un comportamiento así sólo tiene una explicación: el tipo es un genio y su película, una obra maestra. Así que mi consejo sería que dejen de probar si el protector solar es un buen lubricante (lo es) y vayan a alquilar este filme inmediatamente, o les pego. Fuerte.

Posted by Kuny